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lunes, 7 de julio de 2014

¿Cuándo te dan la razón? Cuando esperan la razón.

He conseguido volverme inmune a la adictiva sensación momentánea de que te den la razón, esa sensación que endoenérgicamente te cobija y sacia algunas dudas y cual morfina, te calma de manera irreal durante algunos segundos, minutos e incluso días, eso ya depende de la conciencia de cada uno, pero nunca durante mucho tiempo, ni de manera permanente.

Es quizás, ese tipo de refuerzo positivo que se busca continuamente, es más, cuando la búsqueda se realiza de manera desaforada, acusa que el refuerzo positivo que ansiamos, es para aplicar meticulosamente sobre algo negativo ya realizado, evaluado y condenado por nosotros mismos, y de lo que no nos importaría ser aliviados con un: Tienes razón.

Autoengañarnos desde fuera.

Que te den la razón no sirve para reafirmarse, que te la quiten, no sirve para desprestigiarte. 

Quizás lo más sano sea perder la razón previo propio razonamiento, y ganarla de igual modo. Todo ello, aunque roce la definición de la locura, se acerca a la realidad de la cordura, más a los hechos que a las palabras e incluso a lo cotidiano que al devenir.

Al concepto de "dar la razón":

He decidido que no lo acepto, y que tampoco lo necesito y que como es obvio tampoco lo regalaré. La opinión no debe ser ni tributo, ni medicamento, al menos para el alma ajena. A nadie intentaré convencer de lo que pienso al menos de manera activa y consciente. 

Lo que sí intentaré, es abreviar mi tiempo de llamada en espera con la vida, colgaré y dejaré de esperar la llamada, espero que me quiten la razón, pero no a que nadie me la dé.

Respeto cualquier opinión, pero la verdad es que no comparto casi ninguna. No miento, por decisión propia, no por ignorancia u obligación. Y me es absolutamente indiferente lo que piensen sobre la veracidad de mis palabras cualquier individuo o departamento emocional. No necesito que nadie me entienda, me crea, tenga fe o esperanza en mí, aunque debe de ser agradable que suceda.

Los consejos no son contratos, son detalles con aroma a pasado, ha pasado a menudo, en cada vida, en cada relación y en cada trato vital con "te lo dije" como fondo y atrezzo, se confunde y se cofunde razón y realidad, argumento y certeza como telón de tan excéntrico debate.

La realidad... la realidad es arcilla para el hábil falaz, plomo y cemento para el docto, hiel para el melancólico, asumida decisión ajena para el místico, certeza para los crédulos, la realidad es seca para los hidrófobos... la realidad se ampara en disfraces teñidos con policromas razones, normalmente para agradar a la perspectiva.

La razón... es derivada de una integral compañera, volátil y arrojadiza plebeya manejada por la química del cuerpo, entre hormonas, vivencias y memoria, es cambiante imperdible mutante, y también la energía que mueve a los hombres y ante los ojos de estos, las montañas. La razón sólo vale para perderla y sólo vale si aprendes a sustituirla a tiempo. se demacra fácilmente, pues es efímera para los supervivientes y rotundamente estanca para los suicidas.

La realidad se resume, la razón no se deja. Probablemente ninguna de las dos es cierta. ¿Acierto? 

Es cierto que la realidad puede cambiar la razón, pero al contrario solo sucede con la plácida demencia, inconsciencia selectiva que activa nuestro "YO" menos productivo y desprestigia a las estimuladoras y eficientes dudas.

Por eso no me pidas que te dé la razón, pues no la tengo. Tampoco espero que me la des no la necesito, ni para guardarla. La realidad aguarda descubierta de opiniones. 

O lo que es lo mismo "me la suda".

Probablemente por mi pésima expresión escrita no consiga que entendáis nada, pero mi buena intención seguro que consigue que penséis algo. Apostando una vez más por los pensadores frente a los entendíos.

Si no has entendido nada, te diré que poner cosas en negrita, es cosa de pedantes, no sé si me darás la razón.


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