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sábado, 26 de septiembre de 2015

¿Qué es la locura?

Creo férreamente que:

Todos estamos locos, para mí la clave está en si tu locura contagia a los demás de felicidad o de preocupación.

Una locura puede generar un momento único, o un sufrimiento inigualable.

La locura es para el loco su lenguaje y su realidad.

Un momento inesperado.

De una manera romántica podemos hablar de esos locos, cuya mente se esconde en un laberinto de realidades, todas paralelas y llenas de certeza y de verdad inconexas entre sí. 

Una fuerza, un giro y una dirección inesperadas.

El alma quizás sea la siguiente dimensión que todo lo une, lo hila y atraviesa, quizás salga a flote a través de los estratos, y sea la única referencia perpendicular al asunto. Digamos que es escurridiza y no se deja esconder fácilmente, como el jabón o la ausencia del mismo.

Recorramos los laberintos en línea recta, atravesando los setos, de manera inesperada.

La locura hace a mucha gente común desgraciada y a mucha gente acomún especial. 

La locura hace tangibles algunos sueños que la cordura desconoce. A veces sí y aveces no, hace de catalizador entre las risas y una buena idea o entre un enigma y su solución.

Es una disolución de conciencia alterada por acertijos intransferibles, una vanidad desacertada o una escentricidad desacontecidamente mantenida en el tiempo.

¡Visitemos sinestesias antes de que nos vuelvan a cambiar los sentidos!

La locura puede ser una justificación de validez matemática para todo lo demás, es una interacción necesaria para poder ver todo lo que no es, todo lo que permanece oculto y es infinito.

La locura son algunas preocupaciones de muchos y el inmovilismo de todos.

Es de colores.

Culpable del desacuerdo entre los cuerdos y las cuerdas. La guerra y la falta de educación, respeto y humildad.

Cabalguemos entre el mal gusto y la susceptibilidad de manera inesperada.

La locura es una compañera incómoda de acomodar, pero merece la pena viajar con ella.

La locura es una de las principales características de lo locos. Lo digo para los despistados.

Los enamorados, soñadores, inventores, músicos y operarios de la construcción suelen tener altos los niveles.

La preparación biogenética de las cucarachas para sobrevivir es una locura desde luego.

El odio.

La locura es la sensación de entenderme cuando escribo. Bienvenido.

Las adicciones, son locuras tardías con mucha culpa de por medio.

Estoy en total disposición de hablar de locura, porque ella me ha dado permiso. Gracias a blogger también por facilitar la infraestructura.

Escuchar a Paco de Lucía.

Ponerle un nombre a un hijo que sirva de argumento a sus futuros compañeros de colegio para hacer humor fácil a bajo coste y esfuerzo, es una locura.

No sé, muchas cosas.

Hablar por hablar, sin importar los motivos y saltar de tema una y otra vez, repetir el mismo.

No estar dispuestos a sentirnos mal, por las cosas que hacemos mal.

Escribir una publicación por encima de sus posibilidades.

Nóminas de políticos, deportistas y aristócratas.

Burocracia.

No admitir las incoherencias propias, sobre todo las que vienen desde la pereza y el egoísmo.

También la venden en etiquetas.

No hacer deporte.

La locura es fácil de encontrar, en casi todos sus estadios y variantes, no importa la cultura, ni el carácter médico o social que tenga. 

Siempre reside en la mirada. A veces, de él que mira.

Feliz Carnaval.












viernes, 25 de septiembre de 2015

Cosas curiosas

Es curioso como la realidad de algunas personas termina en el borde de su mando a distancia. Su opinión, sus intereses y su cotidianidad se funden con sensacionalismos, anuncios y datos de audiencia. Y es muy curioso que no nos demos cuenta justo sobre las cosas que nos quejamos, están puestas ahí para que las veamos y nos quejemos luego en el bar, la peluquería, en la mesa o el trabajo.

Es curioso que sigamos asociando ideologías, nivel educativo y comportamiento cívico a vestimenta, acentos y abalorios.

Es curioso la cantidad de animalistas que gastan su dinero en comprar una mascota preciosa con pedigrí o animales exóticos que pese a no estar adaptados a la vida doméstica cumplen con determinados antojos, y siguen teniendo una concepción de sí mismos como animalistas porque se escandalizan con los maltratos expuestos a través de redes sociales, prensa y televisión, aunque ni adoptan mascotas, ni acogen animales menos "agraciados" ni colaboran con protectoras... o simplemente anteponen su deseo a la libertad de un animal en su hábitat.

Alabo a los que si lo hacen, y los considero animalistas, aunque sigo pensando que su dinero podría ser mejor empleado en salvar vidas humanas, por ejemplo en África. Y es quizás sea el hombre el único animal que antepone a otras especies a la suya propia. 

Dirá ésto, mucho bueno y malo sobre el hombre mismo.

Hablando de África es curioso como no hacemos simposios, ni estudios, ni importamos su sabiduría vital, su alegría y su distendida cotidianidad.

Preferimos coltán (haz clic para ver documental), diamantes, mano de obra...

Es curioso como nuestra realidad es fruto de lo que nos han enseñado, y cambiaríamos todo menos nuestra percepción de la realidad, o lo que es lo mismo, esa enseñanza impuesta.




viernes, 11 de septiembre de 2015

¿Que la vida es sufrimiento? Sí ¿y qué?

¿Que la vida es sufrimiento? Sí ¿y qué?

Hay sufrimiento en la vida, pero eso no elimina todo lo demás. 

La vida es sufrimiento y dolor, eso ya lo sabemos. Desconsiderar que la vida es también luz, sonrisas y superación no es justo ni representativo. 

La vida es como el alpinismo. La escalada es dura, pero las vistas desde la cima no tienen precio. Tampoco tiene precio la sensación de mirar atrás y ver el recorrido, lo ascendido y lo aprendido en el ascenso.

No es cuestión de madurez, no es cuestión de resistencia, no es cuestión de cuestiones, enigmas ni acertijos.

Es cuestión de aprendizaje. De aprender y enseñar a los que nos rodean que la percepción de las cosas requiere de escala, de zoom, y de práctica. 

La resiliencia se alimenta del ejercicio de relativizar según que cosas. Y se vuelve anémica rápidamente, en cuanto no trabaja.

¿Que la vida es sufrimiento? Sí ¿y qué?

Sólo después de estar sumidos en la más absoluta oscuridad, ven nuestras pupilas cualquier haz de luz rebotar entre la sombras más oscuras. Y es el contraste, el óleo mágico que engrasa la máquina de la percepción, de las vivencias, y lo único que aporta valor, con una relativa conciencia. Tranquila.

Pues nadie añora lo cercano, a nadie escama lo pasado, o sufre melancolía por el futuro. Detestamos el calor en verano, pero lo deseamos con morriña en invierno.

Por eso, sin sufrimiento ¿qué sería de la vida? Qué piedra angular, qué referencia o qué espejo donde mirarnos tendríamos. 

El sufrimiento es la unidad de medida de la felicidad, es inherente a las personas.

Tanto es así, que en la ausencia de este, las propias personas lo generan, lo recrean y fuerzan e invocan su presencia. No es malo ni patológico, simplemente es la única forma de tener referencia, medir sus procesos y cerrar los ciclos cotidianos de la felicidad.

No me dirás que no eres uno de esos, ni que no te has buscado un problema sin tenerlo, que te lo has inventado cual rebelde sin causa o que has truncado momentáneamente tu vida porque se ha roto un vaso que resbaló de tus manos. No te preocupes, resopla si quieres, y siéntete en el inframundo, es normal, es una necesidad vital, es como el yin yang, es un entrenamiento vital con un resorte instintivo, como cuando dos pequeños leones juegan a morderse para aprender a cazar.

Es necesario sufrir para ser feliz, es necesario sentir ese sufrimiento y generar el contraste necesario para sentir la felicidad. Es un recorrido cíclico. Al que hay que estar dispuesto.

Sufrir es poner la felicidad en carga.

Hagamos un experimento:

1. Llena tres urnas con agua, una en el centro con agua tibia, una a la derecha con agua helada y una a la izquierda con agua muy caliente.

2. Mete tu mano derecha en la urna de la derecha y la mano izquierda en la urna de la izquierda.

3. Manténlas ahí durante 2 minutos.

4. Transcurrido el tiempo, mete las dos manos a la vez en la urna central, la que contiene agua tibia y analiza tus sensaciones.

Cien por cien seguro; salvo enfermedad grave; en tu mano derecha sentirás calor, y en la izquierda frío. Si te dejas llevar por lo que sientes en ese momento dirías que el agua: o está fría, o está caliente y que una de tus manos no funciona muy correctamente. Aunque tu cerebro sabe racionalmente que el agua esta tibia.
Dos sensaciones reales y ninguna se acerca a la realidad. Parece que la inmediatez y la certeza no caminan de la mano ¿No?.

Cualquier realidad esta condicionada por un estado, conocimiento o aprendizaje previo, expresándolo afines al pensamiento de Ortega y Gasset. 

Lo rica que esta tu cena dependerá de lo que hayas comido previamente, de la cantidad, del tiempo que hace que no lo comías, de las veces que lo has comido y de la frecuencia con la que lo comes. Parece difícil saber realmente lo bien preparada que está tu cena ¿no?. Digamos que aunque sea perfecta, depende.

Es mucho más fácil sentirte solo cuando estás habitualmente en compañía, y es mucho más fácil sentirte acompañado cuando estás habitualmente solo.

El deporte cansa mucho más cuando no lo practicas, a veces en cuanto dejas de sentir calor, sientes frío y tu canción preferida pronto dejará de serlo si la sigues escuchando. Atendamos a las paradojas.

También sucede con el cariño.

Con el sufrimiento ocurre igual. Al final todo depende de la medida, del equilibrio, ocurre como con los personajes antagónicos. Tan opuestos son, que se definen entre sí, por exclusión.

Aborrecimiento, otro concepto interesante a la hora de percibir la realidad.

Y seguramente pese a que tu vida se derrumbre cuando te partes una uña, no lo hará cuando suene el teléfono para darte una de esas noticias tóxicas y realmente nocivas que rozan el colapso, hablemos de salud, de accidentes o de personas queridas.

Digamos que estamos a la altura de las circunstacias, aunque sea de manera incosciente. Digamos que es el sufrimiento el que narra de manera omnisciente desde donde partimos y cuanto más tengamos avanzado en este desagradable camino, más lejos podremos llegar.

Es así. A mayor sufrimiento mayor capacidad para ser feliz, menos necesidad de necesitar, y menos despistes y tropiezos hacía el auto boicot costumbrista.

Hay que educar, hay que aprender a gestionar el sufrimiento, porque nos guste más o menos, forma parte de la vida, porque da sentido a lo demás y nos ayuda a valorar y a dar valor.

Tenlo claro. Gracias al sufrimiento soy lo que soy. Sin el sufrimiento no soy más que un cúmulo de frustraciones injustificadas, sin el sufrimiento viviríamos en un desequilibrio apático, como el que vive un hijo tirano, nacido de un mal consentimiento sostenido en el tiempo, por unos padres no cualificados.

Repite conmigo:

¿Que la vida es sufrimiento? Sí ¿y qué?