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martes, 19 de abril de 2016

Escri viendo...

¿Qué por qué escribo? 
Escribo para conocer mi yo de ahora en el futuro, continuo, para saber mi presente después, generar raiz para aprender de mí, de donde vengo, cuando sea lo que seré.

Escribo para no tener la sensación de que estoy vacío, porque medito con las palabras, uniendo sílabas y caracteres, más o menos fuertes. 

Escribo porque me parece más útil que hablar solo, aunque no diga nada.

Escribo poesía porque no tengo que inventar nada, porque no existen historias y prefiero las sensaciones del alma a la ficción de cualquier otra cosa.

Muchas veces, casi siempre durante la ducha, no dejo de pensar en esos crímenes sin nombre. Me siento mal, me da impotencia, rabia... incluso me avergüenza poder disfrutar tanto de ese agua cayendo sobre mi cabeza, aturdiendo algunos ruidos y provocando otros. Luego dejo de pensar, en violaciones, en bombas y malos tratos y doy gracias a la vida por ese agua que de alguna forma me limpia y de otras me ensucia. Y a veces, lo escribo.

Es la reflexión humilde, sin pretensiones. Quizás la terapia del que no tiene recursos, del que no quiere tenerlos.

Es el parto y del que se siente estéril, es la palabra, hábil y vil la que da fruto.

Sobre todo escribo para sentirme en la compañía adecuada. La de las olas, y oleadas. Porque escribir sana. Sólo durante el momento, pero es suficiente.

Escribir es como un buen ejercicio que nunca eres capaz de dominar, es como desnudarte o salir a caminar, es mentir con la intención de decir la verdad.

Querer a tu manera, diseñar, a medias y a medida la realidad. Sentirte mal y bien, sentarte tan bien, asentar.


Agradezco la inspiradora charla de ayer con Encarni. Los dos, pares, aunque dispares, disparamos parecidos.