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jueves, 19 de noviembre de 2015

El cariño

Cuando lo único que necesitas para que baje ese nudo de la garganta es cariño.

Todos nos hemos sentido así, perdidos, desprotegidos como un niño, no necesitando más que una caricia, un beso o un abrazo para hacernos fuertes y crecer.

El principal problema está en la receta, nadie sabe como se pide, se requiere o reclama el cariño. Sabemos pedir un café, sabemos solicitar una transacción internacional, o exigir atención a nuestra compañia de teléfonos, pero no sabemos pedir cariño.

Quizás sea porque cuanto más lo necesitamos menos lo merecemos como dijo Stevenson.

Entramos en esa espiral de miedo que a veces nos paraliza y hace de que la palabra SOCORRO, no nos salga del pecho en lugar de los labios.

Es cierto de que estamos durante tanto tiempo recibiéndolo sin explicaciones que cuando dejamos de tenerlo, quedamos mudos, apáticos, llenos de delirios internos que sólo apuntan, además torpemente, a que nos falta nuestra dosis.

Capaces de todo, nos endeudamos con cualquier fin y asfixiamos cada día olvidando que es el cariño la primera de las deudas a saldar.

Generamos muros infranqueables, barreras, fosos y campos de fuerza para convencernos de que no lo necesitamos, pensamos que el cariño es cosa de la infancia pero luego: una sonrisa y el roce de otra piel, destruye lo que parecemos saber y lo convierte un cuento del que queremos disfrutar cada noche.

Cuando no sepas como solucionar algo, empieza con el cariño, pon todo el que tengas y más, y entonces sentirás que da igual si lo solucionas o no.

Si te sientes solo en el camino, pide compañía, pide cariño, y recíbelo humildemente, aunque llegue tarde; nadie tenía porque estar atento a tus niveles... Tú permanece atento y rellénalo a menudo, te sentirás mejor, y no te olvides: también reparte.

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