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martes, 5 de mayo de 2015

Incoherencias paletizadas

Pocas cosas reconozco perfectas en la naturaleza,
poca naturalidad en los prismas,
y demasiada labor de sótano en nuestras vidas.

Nos empeñamos en guardarlo todo en cajas, ideales, cuadradas, rectangulares, apilables... Luego las llenamos de sandías o de estrellas de mar.

Seguro que nos sentimos orgullosos.

Pasamos la vida ordenando, clasificando, criticando, tamizando, escogiendo, cribando lo mejor para cada caja, inventario vital del que parece depender la cordura. Luego cuando llega nuestro momento, ahí curiosamente no elegimos caja.

Y aunque los más románticos piensen que eligen nuestras personas queridas, la realidad más bien, es que la elige nuestra posición social y económica, nuestros prejuicios, nuestras creencias, algunos temores y en la mayoría de los casos: nuestro seguro de defunción.

No entiendo el interés paleto de paletizar, acopiar y transportar a pico y pala si hace falta, nuestro entorno; nuestro sustento más allá del presente y de la necesidad. Quizás haya descubierto una posible etimología.

Detesto ese anhelo "optimizatorio" del espacio. a veces incluso le cojo tirria a los cuadrados. Luego, según de lo que estemos hablando, se me pasa.

Nadie parece recordar el oficio de la envoltura, de las telas o del agua. Parece que olvidamos que nuestra piel no es de cartón, ni ha visto rectas ni paralelas jamás. 

Parece evidente que algo no va bien. Si hasta cuando nos divertimos decimos que "nos partimos la caja". No sé, seré yo.

Pero algo habrá que hacer, al menos poner los cajones en la mesa, vaciar las cajas y validar cómo de llenos nos sentimos. 

Encontraréis lapices sin punta, fotos arrugadas, anillos y clips olvidados, quizás algunas tarjetas, direcciones y cartas que te da pena tirar, ¿un muñeco en estado decadente? seguramente porque no era su sitio. 

Abogo desde aquí por un defensa del recipiente, hasta ahora casi siempre en contra del contenido y aumento el tamaño de letra, para decirlo más alto. Me paso al tamaño grande.

Me encantaría que de vez en cuando os preguntéis si todo está donde tiene que estar y desde hace cuánto. 

Si el almacén se parece a un adarve, a una colina respirando, o a una gran superficie panelada y prefabricada pero con las abejas muertas. 

Si como en el "Jenga" busca aparentar el equilibrio de una torre aunque tenga tantas flaquezas y vacíos como un gruyere. Y si para defender a ultranza esa incoherencia paletizada, proteges la torre con un film, transparente al principio, luego con las capas se hará más opaco, para que haga las veces de gestor solidario de tus carencias.

Parece una especie engaño pretender que de ese perfecto y protegido orden, puedas coger, encontrar o cambiar algo. Sinceramente parece más un escondrijo eterno vestido y protegido de escusas.

¿Dónde guardas la esperanza?

Viconsejo: Espárcete.


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