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jueves, 29 de agosto de 2013

Al silencio

Al silencio, silencio.

Bella conversación con uno mismo, robusta arma de combate que no deja huella, y es que el silencio desvela infinitamente mucho menos de lo que crea.

"Abanico de silencios, tu me miras yo te miro, y los dos callamos besos..."

El silencio llena de paz las almas, de solemnidad la muerte y de complicidad a los amantes. Siempre será la mejor terapia para el ruido, pondrá en valor las sonrisas y los gestos, y es que cuando llega el silencio todo lo demás se calla, nunca al revés.

Silencio qué amanece. 

El silencio oye, lo que los demás no pueden, el silencio espera, y suspira en los estanques, y duerme sólo mientras los demás charlan.

Hay silencios de teatro, de monólogo y de música, hay silencios de cementerio, de felicidad y de tristeza, hay silencios de pánico y desconcierto, pero sólo justo antes del aplauso, la risa o la clave, y antes del sollozo o el grito se luce en plenitud y esplendor ¿Y después? 

El silencio desconcierta, sorprende e incluso ofende al que no lo posee, pues el silencio de verdad, es un traje de gala que va por fuera, no por dentro. El silencio no es la nada, es el todo a la vez.

El silencio funciona como una olla exprés, antes de expresar el halo de vapor, es poseedor de toda la fuerza, y la sinergia de millones de moléculas de agua en ebullición en ese instante, justo antes de emerger y dejar de ser silencio.

Y es que el silencio, silencio es. Y al silencio, silencio y al ruido también. 

Os dejo con él.


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